La globalidad en términos de generación de valor aplicado en los eventos, es lo que hacia el final nos permite distinguirnos y lo que se convierte claramente en el diferencial estratégico que justifica la inversión.
Muchas veces los eventos se convierten en una rutina dentro de las compañías, haciendo que perdamos la conciencia de que son un elemento central que conforma nuestra imagen corporativa y en los que debemos trabajar de manera coherente, paralela y sistemática respecto al resto de las acciones de marcas que nos propongamos anualmente.
En esta línea surge la conceptualización como un elemento clave a la hora de comenzar a organizar un evento. Es decir: producir en los invitados la percepción de que cada detalle se encuentra pensado y que desde la primera invitación hasta la gacetilla con el cierre del evento, todo fue parte del mismo concepto.
Pensar el evento en términos de circularidad y comprender que se sustenta en sí mismo, es lo que nos permitirá encontrar las herramientas que lo definan como nuestro y lo distingan: criterios estéticos a la hora de usar nuestra marca, vincularnos con materiales nobles y que transmitan lo que somos como empresa, armonía en el uso de color, ser muy prudente y no generar excesivo ruido visual que ensucie demasiado el lugar, que todo esté impecable, etc.
Generar experiencias positivas con la marca es el desafío, ya que eso nos representa un retorno de inversión vinculados a la confianza del cliente, la sustentabilidad de las relaciones y el fortalecimiento de los valores de nuestra empresa.
Mateo Pendini
Coordinador de Comunicación Allus